Una de las formas de reconocer y destacar a los vecinos de Río Cuarto es imponer sus nombres a las calles de la ciudad. En la ultima sesión, el Concejo Deliberante decidió homenajear a cuatro destacados ciudadanos de Río Cuarto, la escritora Betty Medina Cabral, la pediatra Ingrid Waisman, la bióloga Gladys Mori y el comerciante Antonio Palestro, imponiendo sus nombres a las calles de la nueva urbanización “El Tropezón”.
Betty Medina Cabral. Escritora
Parió 35 hijos y detrás de cada uno de ellos hubo dolor. Su primer libro, “Barcas Amarillas” prólogo de José Armagno Cosentino se presentó en 1978, de allí totalizo treinta y cinco títulos hasta “Paridora Escriba” (2012), último volumen que entregó, sin contar su presencia en obras colectivas y antologías.
Vivió con Alfonsina, Alejandra, Agustina, Frida, Maria, Gabriela, La sintió en su propia carne, las vivió, las intuyó y las llevó consigo y juntas viajaron.
Leonina luchadora. Avasallante, apasionada, creadora de cada relato para sus nietos, que siempre recuerdan lo que su nona les contaba y se lo creían.¡Visite a nuestros socios, http://fakewatch.is líderes en calzado de moda!
Terca, obstinada, con voluntad de hierro. Caminaba mucho dentro de la casa, los contaba, anotaba las vueltas que daba; casa que fue moldeando a su medida. Con pocas paredes, pocos muebles.
Betty era ciega de un ojo y del otro apenas tenía un uno por ciento de visión. Esta ceguera no la detuvo, era una viajera incansable.!! Ateneos, conferencias, ferias de libros, recitales donde la convocaban iba. Betty falleció el 24 de junio de 2019 a los 83 años.
Cabe destacar que, desde el inicio de la década de 1990, Betty inició gestiones junto a sus familiares para legarle al Municipio su vivienda de Echeverría 897 esquina Ituzaingó, para que allí funcione un espacio para los poetas. Donación efectuada Ordenanza N°1662/08 que se hizo efectiva Decreto N° 2710/2019. La posesión de dicha vivienda dando cumplimiento con su deseo de destinarla a lugar de visita con carácter de Patrimonio Cultural que hoy alberga diversas actividades artísticas y culturales. Este artículo ofrece envío gratuito en productos calificados, o compre en línea y recójalo en la tienda hoy en el Departamento Médico.
INGRID WAISMAN, PEDIATRA
Ingrid María Waisman, nacida en la ciudad de Córdoba y radicada en Río Cuarto, tuvo una amplia trayectoria en el ámbito de la pediatría, la neonatología y la investigación en salud. A lo largo de varias décadas de ejercicio de la profesión, integró lo humano y lo científico con empatía, sensibilidad y pasión, dejando un legado imborrable en el ámbito de la salud local, provincial y nacional.
Nació un 5 de julio en la ciudad de Córdoba, donde se crío, se formó y dio sus primeros pasos como profesional de la salud. Se recibió de médica en la Universidad Nacional de Córdoba y se especializó en neonatología y pediatría. Allí, trabajó en distintas instituciones de salud pública y privada. Era una incansable luchadora por los derechos de niños y niñas, y una voz calificada en el país por sus aportes en medicina pediátrica, consultada de forma permanente por medios de comunicación sobre los derechos de la infancia, su bienestar físico y emocional. Algunos de los temas que investigó y divulgó con especial énfasis fueron la prevención de accidentes en la infancia, la promoción de la lactancia materna, y el cuidado del niño prematuro.
Su entusiasmo la llevó a desarrollar diversas tareas de vinculación con la comunidad, a estar siempre en la vanguardia y dispuesta a desafiar cualquier obstáculo para mejorar la salud materno fetal, mientras sostenía en su vida personal la crianza de sus cuatro hijos.
En los últimos años, combinó la experiencia médica con otra de sus pasiones, la literatura: brindó talleres de escritura, participó en la Sociedad Argentina de Escritores y Narradores Orales de Rio Cuarto – la cual le rindió homenaje mediante un concurso internacional de cuentos – y dejó una importante cantidad de cuentos publicados que también expresan su espíritu humanista y comprometido.
Ingrid Waisman falleció el 5 de agosto del 2020, pediatra e investigadora, nativa de Córdoba y radicada en Río Cuarto, falleció a los 74 años.
Ingrid Waisman: “Ser pediatra hoy en la Argentina significa haber pasado por varias etapas en el cuidado de los niños comenzamos ocupándonos de la biológico, agregamos la psicológico, incorporamos lo social, y, por último, también tuvimos que ocuparnos de los aspectos ecológicos: todos inevitablemente tienen relación con la niñez.
Nuestra tarea es cuidar de los niños: prevenir sus enfermedades, curarlos cuando están enfermos, acompañarlos cuando están sanos, vigilar su crecimiento, contribuir a que desarrollen todas sus potencialidades, e intentar que tengan una infancia feliz en medio de un mundo que está lleno de obstáculos para esa felicidad.
¿Como hacer, entonces, para ayudar y proteger a los niños en un mundo y en una sociedad empobrecida, con pérdida de valores, donde la irracionalidad y la violencia muchas veces dictan las reglas, donde hay muchos hogares donde falta alimento y abrigo, y, lo que es peor, falta cariño?
No hay una sola respuesta o más bien, tenemos que buscarla entre todos.
Parte de esa tarea pasa por tener una sólida formación científica y actualizarla permanentemente, pasa por saber escuchar y comprender, pasa por entender, contener y aminorar la angustia. También pasa por estimular en los niños la racionalidad y el pensamiento creativo. Y también por defender los derechos de los niños y adolescentes en todos los foros que están a nuestro alcance. Es una hermosa tarea, y a la vez una gran responsabilidad”.
Gladys Beatriz Mori de Moro
Nació en la ciudad de Mendoza en 1951, y se graduó de la carrera de bioquímica en 1976, en la Universidad Juan Agustín Maza, de Mendoza. Más tarde, en 1978 se trasladó a la Ciudad de Río Cuarto, donde desarrolló gran parte de su vida, dedicando su tiempo, además de a su familia, a la Universidad Nacional de Rio Cuarto y a su vocación hacia la educación.
Ingresó como trabajadora de la UNRC el 01 de julio de 1978, como Ayudante de Primera con dedicación Exclusiva en el de Ciencias Biológicas de la Facultad de Ciencias Exactas, Físico-Químicas y Naturales, y tuvo una trayectoria docente que le permitió alcanzar el cargo de Profesora Asociada con dedicación Exclusiva y comenzó sus estudios de posgrado en la Facultad de Ciencias Exactas, Físico-Químicas y Naturales de la UNRC, donde también obtuvo el título de Doctora en Ciencias Biológicas en septiembre de 1984. Se jubiló de la UNRC el 1 de mayo de 2013. En su recorrido académico y científico, formó recursos humanos y consolidó equipos de investigación, que se mantienen en la actualidad. Su activa participación en diversos cargos de conducción universitaria, le dieron una amplia trayectoria en gestión institucional, hasta llegar a ocupar el cargo de vicedecana de la FCEFQN por dos períodos (1999-2002 y 2002-2005), siendo la compañera de fórmula del por entonces decano, Prof. Héctor Agnelli. En el año 2005, fue elegida como Decana de la Facultad por el periodo 2005-2008 y su compañera de fórmula como vicedecana, fue la Dra. Adriana Torres. En el año 2008 fue reelegida para desempeñarse en el período 2008-2011 y la acompañó como vicedecana, la Dra. Mirta García. Además, la Dra. Gladys Mori participó activamente desde 2005 en las actividades del Consejo Universitario de Ciencias Exactas y Naturales (CUCEN), en particular, integró el Comité Ejecutivo desde comienzos de 2006 hasta fines de 2010, ocupando el cargo de Vicepresidente de dicho consejo. Durante el año 2009 trabajó arduamente en la articulación de contenidos básicos de la familia de carreras de profesorados del área de ciencias exactas y naturales, de modo de lograr pautas y parámetros curriculares equivalentes en las diferentes Universidades Nacionales que tienen estas carreras, facilitando la movilidad de alumnos entre ellas (PROARPEN). En el año 2009 se crea la comisión mixta ANFHE-CUCEN para la evaluación y mejora de la formación docente universitaria. Participó activamente durante los años 2009-2010 para establecer estándares de autoevaluación y acreditación de carreras. Esta fue una experiencia inédita de encuentro y construcción conjunta entre dos áreas del conocimiento consideradas tradicionalmente distantes. Se construyeron acuerdos que representan un encuadre compartido para repensar la formación docente en las UUNN de todo el país. Además, fue impulsora del proyecto y Miembro del comité ejecutivo de las Olimpíadas de Biología, cuya primera edición tuvo lugar en el año 1992. En la actualidad, estas Olimpíadas continúan organizándose en la UNRC de manera ininterrumpida, convirtiéndonos en referentes tanto en nuestro país como en el mundo entero. Junto a un equipo de docentes que la acompañó por muchísimos años, y que en la actualidad continúan con su obra, llevaron a que numerosos estudiantes de nivel medio de nuestro país se apasionaran por la Biología, y nos representan en el mundo obteniendo una gran cantidad de medallas de oro, bronce y plata.
Todos esos logros laborales son mencionados sólo para contarle, por si los hechos no hablan por sí solos, del compromiso -con raíz en valores profundos y que admiramos-con la UNRC, ilustre institución del Rio Cuarto que nos vio crecer, siendo un ejemplo de lucha y perseverancia en la defensa de la Universidad pública. Trabajó incansablemente en numerosos proyectos, que permitieron avanzar, organizar y producir cambios significativos y transformadores. Enérgica, perseverante, con la mirada en el futuro y disfrutando el presente, siempre con una sonrisa abierta y franca, siempre presente las palabras de aliento que sus hijos, colegas y estudiantes necesitaran… Nuestra madre fue un ejemplo de vida, como persona, como mujer, como trabajadora, como amiga y esposa. Poco cubren las palabras la tenaz capacidad de amar que vertía en su hacer como ser humano, que se trasladaba a todos los ámbitos de su vida. Claro que no somos los únicos testigos de esto, pues también ha sido la “mamá olímpica” -como muchos le decían- de sus estudiantes en las Olimpíadas, atenta compañera de sus colegas en la Universidad, una amiga fiel, una persona que encarnaba integridad y proyectaba la importancia de tener presente valores humanos como la honestidad y el bien común. No somos ajenos al privilegio de haber recibido tanto amor como hijos y semejante modelo de ser humano.
Extender la memoria de nuestra madre a la ciudad que tantos beneficios recibió de su incansable labor.
Reseña enviada por sus hijas e hijo María Belén, Sebastián Ignacio y Cecilia Soledad Moro
AHÍ LO TIENE, PALESTRO
“Ahí lo tiene, dice Palestro”. El dicho se popularizó en el Barrio Seminario y más allá
Esa frase era escuchada diariamente en la carnicería de “Don Palestro” o “Don Antonio” como lo solían llamar. El hombre tiraba con fuerza la carne sobre la bandeja de acero redonda de la balanza. Cuando la aguja llegaba al máximo, antes de que volviese, soltaba la frase “Ahí lo tiene”. mientras señalaba el número en el círculo enorme de arriba y al mismo tiempo retiraba la carne, la arrojaba sobre un papel de diario y la envolvía. Son “tantos kilos”, decía, golpeando el paquete sobre el mostrador de mármol blanco.
¿Quién se iba a atrever a decirle algo? Todos temían a lo que podría ser su respuesta, con ese carácter tan áspero. Pero, además, “la avivada” no le tocaba la economía a nadie. Es más, salían con sonrisa llevando el paquete que alimentaba a toda una familia sin poner un peso. ¿Me lo anota, Don Palestro? decían los clientes alcanzándole la libreta. Las cuentas se pagaban cuando terminaba una campaña de cosecha en el campo o con la suerte de agarrar alguna changa. ¿Pero sobre todo qué le dirían por esos gramos de más que cobraba? Si eran migajas comparados con la generosidad que practicaba.
La carnicería estaba en la esquina. Se enfrentaba al Seminario de costado y en medio de esos costados nacía el camino El Tropezón, que va al norte, a las quintas y los campos.
El frente daba a la ruta tan fácil de cruzar en aquella época. De ese otro lado estaba el bar que se iluminaba a la caída del sol para recibir a hombres con vino y truco. Desde esa parte sur de la ruta también van a lo de Palestro por carne los del Almacén de Juancito y vecinos de unas cuantas casas desparramadas. Con su voz de trueno don Antonio Palestro le decía lo que se le venía a la boca, sin medirlo a quien fuera, aunque fuese hiriente. Y la gente lo dejaba que dijera. Porque todos sabían de su grandeza para atender a las necesidades de su entorno. Muchas madres ya habían descubierto la ternura oculta del carnicero. Es que el hombre siempre tenía a disposición una vaca exclusiva para proveer de leche gratis a cualquier niño que le hiciera falta. Ponía especial atención a la salud de ese animal y duplicaba las acciones de higiene al momento del ordeñe. Quienes iban a retirar leche de “la vaca de los niños se esmeraban en llevar el recipiente en un estado de limpieza profunda. No hacerlo corría el riesgo de ser escrachado ante los clientes de Palestro por un buen tiempo.
Don Antonio y su esposa doña Cata ofrecían su casa, al lado de la carnicería, para quienes necesitaban esperar que alguien los viniese a buscar de lejos, de algún campo del norte. Esperar en ese comedor, alrededor de su mesa de madera, significaba compartir no sólo charla sino también algo para comer o tomar. Según la hora podían ligar un mate cocido o un café con leche con mermeladas, quesos y demás. No importaba llegar justo a la hora del almuerzo o cena. La plancha estaba siempre caliente para agregar más bifes de lomo o el más tierno cuadril. El acompañamiento de verduras era infaltable. No era muy raro ver a Cata con su mirada y sonrisa traer su especialidad a la mesa y esperar la expresión del primer bocado de los nuevos ante su exquisito matambre arrollado. Los invitados espontáneos, ya fuesen conocidos o desconocidos, se integraban a la mesa familiar como uno más. Las mujeres que todos los días venían del norte por el camino de tierra metían sus zapatillas y alguna otra prenda en una bolsa cuando llegaban a lo de Palestro. Se ponían los tacos, pintaban sus labios y ya estaban listas para tomar el colectivo que las llevaba a sus empleos del centro. A la bolsa la tiraban al patiecito detrás de la verja, al lado de la carnicería, y la recogían a la vuelta.
Cerca de fin de mes solía terminarse la plata destinada a pagar el colectivo diario y ¿quién podría ayudar a completar esas faltas si no era don Palestro?
Las familias de las embarazadas tenían la tranquilidad de que al momento de necesitar ser llevadas a la maternidad podían contar con un traslado más seguro. Llegaban en sulky, a la hora que fuese y ahí estaba don Palestro dispuesto a poner su auto y su tiempo al servicio de un nacimiento.
Eso era don Palestro. Rudeza y ternura se combinaban en esa personalidad dominante, avasalladora. El junto a Cata hicieron de esa esquina y las tierras que la rodeaban un lugar de referencia donde la sensibilidad social se ponía en movimiento efectivo y verdadero.
Reseña enviada por su familia Isabel Battistini